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¿Debo salirme de la escuela?

¿Debo salirme de la escuela?

Los jóvenes preguntan

¿Debo salirme de la escuela?

¿Hasta qué curso crees que debes seguir en la escuela?

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¿Hasta qué curso quieren tus padres que sigas?

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¿TIENEN estas dos preguntas la misma respuesta? Aun suponiendo que sí, es posible que haya días en que estés loco por perder de vista la escuela. ¿Te identificas con los siguientes comentarios?

“A veces estaba tan agotada que no quería levantarme de la cama. Pensaba: ‘¿Para qué tengo que ir a clase y aprender cosas que no me servirán de nada?’.” (Rachel.)

“Estoy tan harto que muchas veces he pensado en salirme de la escuela y buscar trabajo. Como no aprendo nada, prefiero emplear el tiempo en ganar dinero.” (John.)

“Me pasaba hasta cuatro horas cada noche haciendo los deberes. Me agobiaban tanto los ejercicios, los trabajos y los exámenes —uno tras otro— que ya no podía más, y quise abandonar los estudios.” (Cindy.)

“Tuvimos una amenaza de bomba, tres intentos de suicidio y un suicidio, además de los actos violentos de las pandillas. A veces era demasiado y quería dejarlo todo.” (Rose.)

¿Te has enfrentado a situaciones parecidas? Anota cuál te ha llevado a querer abandonar la escuela.

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Quizá estés decidido a dejar las clases. Ahora bien, ¿cómo puedes saber si es hora de hacerlo o simplemente resulta que estás harto y no ves otra salida? Antes de responder, veamos si es conveniente abandonar la escuela antes de tiempo.

Dejar la escuela: ¿cuándo?

¿Hasta cuándo crees que deberías seguir estudiando?

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¿Sabías que en algunos países lo normal es que los jóvenes se gradúen después de cursar entre cinco y ocho años de escolaridad? En otros se espera que estudien entre diez y doce años. Así que la edad o el nivel para salir de la escuela no es el mismo en todo el mundo.

Además, algunos sistemas escolares permiten que los alumnos cursen sus estudios desde casa, sin tener que desplazarse a una escuela convencional. Estos alumnos, que cuentan con la colaboración y el permiso de sus padres, claro está, no han abandonado la escuela.

Sin embargo, si lo que estás pensando es dejar tus estudios antes de graduarte —ya sea que estudies en casa o en la escuela—, plantéate las siguientes preguntas:

¿Qué exige la ley? Como se ha dicho, las leyes que regulan la educación de los jóvenes varían de un lugar a otro. ¿Cuántos años de escolaridad exige la ley de tu país? ¿Ya los has cursado? Si no los cursas, estarás pasando por alto el consejo bíblico de estar “en sujeción a las autoridades superiores” (Romanos 13:1).

¿He logrado mis objetivos académicos? ¿Qué metas quieres que tus estudios te ayuden a alcanzar? ¿Todavía no estás seguro? Pues debes saberlo, porque de otro modo podrías compararte a alguien que se monta en un tren sin saber adónde ir. Así que, siéntate con tus padres y rellena el cuestionario  “Mis objetivos académicos”, de la página 28. Te ayudará a no perderlos de vista y a planificar cuántos años permanecerás en la escuela (Proverbios 21:5).

Tus profesores y otras personas seguramente te darán consejos al respecto, pero, en última instancia, son tus padres quienes tienen la autoridad para tomar la decisión final (Proverbios 1:8; Colosenses 3:20). Una vez establecidos en familia tus objetivos académicos, sería bueno que no abandonaras la escuela hasta alcanzarlos.

¿Qué motivos tengo para dejar los estudios? No te engañes (Jeremías 17:9). Es humano dar razones nobles para justificar actos egoístas (Santiago 1:22).

Anota las buenas razones que tengas para dejar la escuela antes de tiempo.

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Apunta algunas razones egoístas.

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¿Qué buenas razones has anotado? Un par de posibilidades serían contribuir al sostén económico de la familia o participar en trabajos voluntarios. Algunas razones egoístas podrían ser librarte de los exámenes o de los deberes. La cuestión es descubrir qué es lo que te motiva realmente.

Repasa la lista anterior y marca con franqueza del 1 al 5 (de menor a mayor importancia) las razones por las que quieres dejar la escuela. Si abandonas los estudios para evitar problemas, es posible que te lleves una sorpresa.

¿Por qué no debo salirme de la escuela?

Dejar de estudiar antes de tiempo es como saltar de un tren en marcha antes de llegar a destino. Quizá el tren sea incómodo y los pasajeros desagradables, pero si saltas, nunca llegarás a tu destino y posiblemente te hagas mucho daño. De igual modo, si abandonas la escuela no alcanzarás tus objetivos académicos y es probable que te acarrees serios problemas tanto a corto como a largo plazo. Veamos algunos.

Problemas a corto plazo Seguramente te costará más encontrar un trabajo, y si lo consigues, tal vez ganes menos de lo que podrías ganar si hubieras completado tus estudios. Para mantener un nivel de vida normal, quizás tengas que trabajar más horas en ambientes menos agradables que el de la escuela.

Problemas a largo plazo Los sondeos indican que los jóvenes que abandonan los estudios antes de tiempo son más propensos a tener mala salud, ser padres muy jóvenes, pasar por la cárcel y depender de los programas de ayuda social.

Claro, completar tu formación escolar no te garantiza que evitarás estos problemas, pero ¿por qué buscarlos sin necesidad?

Beneficios de no abandonar

La realidad es que si te ha ido fatal en un examen o has pasado un mal día en la escuela, es probable que quieras tirar la toalla y que cualquier problema futuro te parezca insignificante comparado con tu situación actual. Pero antes de elegir la opción “fácil”, ten en cuenta los comentarios positivos que hicieron los estudiantes mencionados al principio, quienes no abandonaron sus estudios.

“He aprendido a aguantar la presión, a ser más fuerte. También he aprendido que si quieres divertirte haciendo algo, tienes que poner de tu parte. Al mismo tiempo he mejorado mi técnica artística, que espero utilizar cuando me gradúe.” (Rachel.)

“Ahora sé que con esfuerzo puedo lograr mis metas. Me he matriculado en una asignatura técnica que me dará la preparación necesaria para lo que quiero ser: mecánico en una imprenta.” (John.)

“Gracias a la escuela he mejorado mi capacidad para resolver problemas, tanto en la clase como fuera de ella. Aprender a resolver dificultades académicas y sociales, entre otras, me ha hecho madurar.” (Cindy.)

“La escuela me ha preparado para los retos laborales. Además, me he enfrentado a situaciones que han puesto a prueba mi fe, así que se han fortalecido mis convicciones religiosas.” (Rose.)

El sabio rey Salomón escribió: “Mejor es el fin de un asunto, posteriormente, que su principio. Mejor es el que es paciente que el que es altivo de espíritu” (Eclesiastés 7:8). De modo que en vez de dejar la escuela, enfréntate con paciencia a los problemas que surjan. Si lo haces, verás que las cosas te irán mucho mejor.

Encontrarás más artículos de la sección “Los jóvenes preguntan” en www.watchtower.org/yps

PARA PENSAR

● ¿Cómo te ayudarán los objetivos académicos a corto plazo a aprovechar al máximo tus años escolares?

● ¿Por qué es importante que tengas claro el tipo de empleo que te gustaría conseguir cuando salgas de la escuela?

[Ilustraciones y recuadro de la página 27]

LO QUE OPINAN OTROS JÓVENES

“En la escuela me inculcaron el amor por los libros. Es maravilloso percibir las ideas y los sentimientos de una persona mediante la lectura.”

“Suelo tener problemas a la hora de establecer prioridades. Pero si no hubiera sido por la escuela, me costaría más. Allí aprendí a marcarme una rutina, a ceñirme a un horario y a hacer primero las cosas importantes.”

[Ilustraciones]

Esme

Christopher

[Recuadro de la página 28]

 MIS OBJETIVOS ACADÉMICOS

Una función fundamental de la educación que recibes es prepararte para que encuentres trabajo y así te mantengas tú y la familia que tal vez formes en el futuro (2 Tesalonicenses 3:10, 12). ¿Has decidido qué tipo de trabajo quieres y cómo te prepararán para realizarlo los años que pases en la escuela? Para ver si te estás encaminando en la dirección correcta, plantéate las siguientes preguntas.

¿Cuáles son mis puntos fuertes? (Por ejemplo, ¿te llevas bien con los demás? ¿Te gustan los trabajos manuales, arreglar o inventar cosas? ¿Tienes habilidad para analizar y resolver problemas?)

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¿Qué trabajos me permitirían aprovechar mis puntos fuertes?

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¿Qué oportunidades laborales tengo en mi localidad?

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¿A qué clases o cursos que me prepararán para el mercado laboral estoy asistiendo?

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¿Qué opciones formativas tengo que me facilitarían alcanzar mis metas?

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Recuerda, tu objetivo es utilizar en la vida diaria los estudios que cursas. Así que no te vayas al otro extremo convirtiéndote en un estudiante perpetuo: alguien que “se queda en el tren” y no asume las responsabilidades de la vida adulta.

[Recuadro de la página 29]

A LOS PADRES

“Mis profesores son aburridos.” “Me mandan demasiados deberes.” “Esforzándome, apenas apruebo los exámenes, ¿para qué seguir intentándolo?” Debido a tales frustraciones, algunos jóvenes se ven tentados a dejar la escuela antes de haber adquirido las destrezas necesarias para ganarse la vida. Si su hijo o su hija quiere dejar la escuela, ¿qué puede hacer usted?

Examine su propia actitud hacia la preparación escolar. ¿Consideraba usted que la escuela era una pérdida de tiempo, una “condena a prisión” que tenía que aguantar hasta el día en que pudiera hacer algo más interesante? En tal caso, su actitud puede influir negativamente en sus hijos. El hecho es que una educación equilibrada les ayudará a adquirir “la sabiduría práctica y la capacidad de pensar”, cualidades que necesitarán a fin de que les vaya bien de adultos (Proverbios 3:21).

Suministre lo necesario. Hay quienes podrían sacar mejores notas, pero resulta que no saben estudiar o no tienen el ambiente propicio para ello. El estudiante debería contar con una mesa despejada, suficiente luz y los materiales de investigación necesarios. Usted puede ayudar a sus chicos a que progresen —tanto a nivel seglar como espiritual— apoyándolos y suministrándoles un buen ambiente para meditar en lo que aprenden (1 Timoteo 4:15).

Participe. Vea a los profesores y a los consejeros escolares como aliados, no como enemigos. Conózcalos por nombre. Hable con ellos sobre las metas de su hijo y las dificultades a las que se enfrenta. Si su hijo tiene bajas calificaciones, averigüe el motivo. Por ejemplo, ¿piensa él que si sobresale en la clase será objeto de acoso? ¿Tiene algún problema con los profesores? ¿Qué asignaturas está cursando? Las clases que elija deberían potenciar sus habilidades, no ahogarlas. Otra posibilidad: ¿podría tratarse de un problema de salud, como tener mala vista o una dificultad de aprendizaje?

Cuanto más participe en la educación seglar y espiritual de sus hijos, mayores serán las oportunidades de éxito (Proverbios 22:6).

[Ilustración de la página 29]

Salir de la escuela antes de tiempo es como saltar de un tren antes de llegar a destino